«Here the ways of men divide. If you wish to strive for peace of soul and happiness, then believe; if you wish to be a discipline of truth, then inquire».

Nietzsche

Los test de aptitudes son una solución más o menos rápida para tratar de determinar para qué servimos, o qué área de conocimiento vital se nos da mejor, sobre todo en un mundo en el que el conocimiento está segmentado.  O por lo menos lo era en la época en la que yo crecí, que es la de EGB, en la que eras de letras, de ciencias o de artes, y  dentro de ciencias podías ser del área de salud o de ciencias puras (digamos física, química o mates).

Todavía recuerdo la sensación de frustración que experimenté cuando nos dieron los test de aptitud en octavo de EGB. Como todos, esperaba que me aclarasen un poco el futuro, en un momento de cambio en el que debías decidir qué bachillerato escogías, lo cual determinaría qué carrera podrías hacer. Pero no hubo luz, solo un sirves para todo. Y mientras mis compañeros afianzaban su destino reforzados por el a ti se te da mejor esto, yo me asenté en el ¿y ahora qué?

Me gustaba escribir, me gustaban las matemáticas, me gustaba la física y la química, la tecnología… así que me decanté por el bachillerato de Ciencias de la Salud. Y en el instituto comprendí lo buenos que habían sido los maestros que había tenido en EGB, y cómo los malos pueden hacerte odiar algo que te apasiona. Así me pasó con las matemáticas, la informática o la biología, disciplinas a las que me volví a aproximar durante la carrera de Periodismo, una formación que me ofreció esa multidisciplinariedad que buscaba: redacción, maquetación de contenidos, creación de sitios web, gestión de contenidos, fotografía, divulgación científica…

La inquietud sobre los entresijos de la comunicación me llevó a estudiar un máster no oficial de Marketing Digital y Comercio Electrónico, no en vano los lectores son consumidores de las historias que escriben los periodistas, y los periódicos son productos que deben comprar esos consumidores, aunque hoy ya no sepan cómo.

En esa búsqueda por comprender al consumidor acabé cursando un máster oficial de Neuromarketing, en lo que me pareció una interesante propuesta de unificar ciencia, letras y arte. Al final, el neuromarketing no deja de ser una técnica de investigación con metodología científica que se aplica a la comunicación y al marketing para intentar comprender mejor al consumidor.

Y fue la complejidad del método científico la que me hizo aventurarme, y matricularme en un máster oficial de Metodología de Ciencias del Comportamiento y  de la Salud. Porque sin un buen método, no habrá buenos datos, y sin buenos datos, cualquier conclusión es equivalente a leer los posos del café.