Reflexión
Vegan Fast Food, crónica de nuestro tiempo
La primera vez que me topé con la expresión «vegan fast food» levanté la ceja. Me chocó la fusión de la cultura vegana y el concepto de comida rápida. En mi imaginario lo vegano siempre había estado ligado al slow-food: casero, fresco, de proximidad y de temporada, incluso a lo ecológico. Pero seamos sinceros, los veganos y vegetarianos también son hijos de nuestro tiempo y como todos, tienen derecho a disfrutar de comida procesada, aunque no sea la opción más sana.
Al fin y al cabo, ser vegano o vegetariano no excluye al individuo de la sociedad, de la presión de grupo, o de los gustos gastronómicos adquiridos. La comida industrial es una opción gastronómica contemporánea de la que no se debe abusar, pero que de forma ocasional puede sacarnos de algún apuro, o contribuir a sentirte parte del grupo.
Ahora bien, puede que pensemos en comida rápida y únicamente nos venga a la cabeza una hamburguesa en una caja de cartón con patas fritas congeladas. Sin embargo, nuestro amado bocadillo, o las tan internacionales tapas, también son vonsideradas comida rápida.
Así, quien creció comiendo bocadillos vegetales con atún, huevo, mayonesa… y hasta queso y jamón york, puede que en su vida vegana le haga gracia poder meterle al pan además de tomate, lechuga y aceite de oliva… un procesado vegano que imite al atún elaborado a partir de proteína de guisante, un no-queso azul elaborado con anacardos.
Y así entramos en el resbaladizo mundo de los preparados vegetales que imitan a productos de origen animal: bebidas vegetales, no-quesos, plantequillas, incluso preparados que recuerdan al atún, el chorizo o la pechuga… Muchos acusan al sector vegano de incongruente, si no quieres comer animales no hagas productos que imiten a los de origen animal. Sin embargo, quizá estos productos en el fondo solo busquen demostrar que es posible seguir una alimentación basada en plantas incluso sin tener que renunciar a esos gustos gastronómicos adquiridos durante las últimas décadas.
Quizá la gente quiera hamburguesas veganas, o quesos veganos, no por falta de capacidad crítica, ni por hipocresía, ni por autoengaño, ni por «pijismo»… sino simplemente por memoria y costumbre gastronómica. Por familiaridad y costumbrismo. Por morriña y hábito vetusto. Por todo eso, los que dejaron atrás la carne y los lácteos defienden su derecho tecnológico a pedir a domicilio comida rápida y tener en la nevera ultra-procesados. Y disfrutar junto a sus congéneres omnívoros de un domingo perruno comiendo una smash burger que chorree no-queso y patatas fritas, o una pizza con no-mozzarella, o una tostada con plantequilla.
Al fin y al cabo, hay que reconocer que es divertido descubrir que se puede elaborar un producto muy parecido al queso a partir de anacardos, que una crema de anacardos con pimentón puede recordar muy mucho a la sobrasada, o un preparado de proteína vegetal que imita la carne picada puede engañar a un carnívoro declarado.
Al final se trata de una simple diversificación de la oferta gastronómica.