Dieta, cambio climático y salud

Reducir el consumo de productos de origen animal en la dieta es una iniciativa tangible y viable que puede contribuir a corto plazo a mejorar nuestra salud, y a largo plazo, quizá, a mitigar el cambio climático

Antes de empezar quiero dejar claro que no soy nutricionista, ni experta en cambio climático. El siguiente análisis forma parte de la revisión que llevé a cabo para poder tener una postura propia sobre este tema. Cada uno debe buscar su camino, evaluar sus creencias y definir quién es con el tiempo, los materiales y los conocimientos a los que tiene acceso. Si quieres modificar tu dieta, o buscas soluciones para un problema de salud, lo mejor es acudir a un especialista.

 

Por qué seguir a una dieta sostenible basada en plantas

Como muchos occidentales, he crecido escuchando cómo el cambio climático nos llevaba al desastre. Ahorrar agua, usar el trasporte público, reciclar papel, vidrio, plástico… son los mensajes con los que políticos, industria, y nuestra conciencia, tratan de alejarse de eso que ahora se llama «ecoansiedad». Porque sí, los seres humanos tenemos la culpa del desastre ecológico que nos rodea: pérdida de biodiversidad, plásticos por doquier, escasez de agua, eutrofización, dispersión de contaminantes en tierra, agua y aire…

Así que después de mucho reflexionar, después de mucha «econansiedad», después de sentirme culpable por mezclar basura orgánica y restos, o no saber en que cubo debo echar qué… de ducharme corriendo, defender el trasporte público a capa y espada, no tener coche aunque me acusen de tener miedo a conducir por ello, ser fan del do it yourself, y comprar toda la ropa que puedo de segunda mano… reducir al mínimo el consumo de productos de origen animal y apostar por una dieta más sostenible me parece la opción más sencilla, directa y efectiva para contribuir a frenar el cambio climático, aunque no pueda salvar el planeta, y con ello incluso comer más sano.

Un pequeño cambio que puede llegar a suponer una reducción del impacto ambiental de la dieta de entre un 30% y  un 35%. En comparación, modificar otros aspectos del día a día me parecen mucho más complicados. Solo piensa en lo que supondría tener que renunciar de verdad al plástico, no solo a las bolsas de la compra: envasados de alimentación, higiene, pasando por ropa y calzado, dispositivos tecnológicos, productos de limpieza, transporte, medicamentos y dispositivos médicos, construcción…

La primera reacción: la negación y el rechazo al cambio

Fue en julio de 2021 cuando el entonces ministro de Consumo, Alberto Garzón, revolucionó a la audiencia pidiendo a la sociedad española que redujera el consumo de carne por su salud y por la del planeta. A Garzón le llovieron críticas de todas partes: se le echó encima el sector cárnico, le reprendió el ministro de Agricultura Luís Planas, exponiendo que «los políticos no están para crear problemas», he incluso el entonces presidente Pedro Sánchez proclamó aquello de «donde me pongan un chuletón al punto…». La mayor parte de la audiencia lo tenía claro, a ver quién se atrevía a quitarnos el jamón serrano del plato.

Pero quizá algo caló en la gente, y quizá porque lo que decía Garzón no lo decía él, lo decía la FAO, la OMS, la ONU, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición… Así, pese al alboroto mediático de sus declaraciones, el 72% de las personas que respondieron la encuesta que se encontraba al final del artículo de La Vanguardia que recogía el vídeo de Garzón estaban de acuerdo con que hay que comer menos carne para salvaguardar el planeta. Y el 60% de los que respondieron la encuesta de 20minutos consideraban que sí, que habría que reducir el consumo de carne ya que es lo que recomiendan los expertos en salud y medioambiente.

Más allá de la polémica, los titulares sensacionalistas y las reacciones viscerales que nos empujan a rechazar aquello que nos hace cuestionarnos nuestro estilo de vida, existen dos razones de peso para reducir el consumo de los productos de origen animal: mejorar nuestra salud y la del planeta.

Seguir una dieta sostenible basada en plantas para contribuir a frenar el cambio climático

Este análisis no ha sido rápido. Todo empezó tras ver el verano de 2023 el documental «Comiendo Nuestro Camino a la Extinción» («Eating Our Way To Extintion» en inglés) disponible en Youtube. En este documental (si, con muchos veganos detrás) se abordaba el impacto de la ganadería intensiva no solo en su relación con las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también el efecto de este modelo alimentario sobre la perdida de biodiversidad.

Como todos los documentales, resume una realidad muy compleja en muy poco tiempo, lo que siempre redunda en simplificaciones a veces peligrosas y algunas exageraciones de las conclusiones a los que han llegado algunas investigaciones. Sin embargo, muestra un problema real, bien conocido por el ámbito científico e instituciones, y ofrece una solución tangible, sin rozar tanto el sensacionalismo o la conspiranoia como algunos de sus predecesores.

Aitor Sánchez nos lo contaba ya en 2021 en esta conferencia

En 2021 el nutricionista Aitor Sánchez publicaba «Tu dieta puede salvar el planeta». En diciembre de ese mismo año ofrecía esta conferencia en la que aborda la relación entre dieta y cambio climático y el gran impacto que tendría que todos redujéramos el consumo de carne y nos pasáramos a las proteínas vegetales.

 

 

Todo el continente americano para dar de comer al ganado

En 2019 el trabajo de investigación sobre el uso de la tierra de Hannah Ritchie y Max Roser publicado en OurWorldinData.org, señalaba que de la superficie terrestre dedicada a la agricultura, que ya suponía el 46 % de la superficie habitable del planeta, el 77% era agricultura destinada a alimentar al ganado. Pongámoslo en situación: tal y como señala el informe, es como si todo el continente americano, de norte a sur, estuviera cubierto de cereales y pastos para alimentar a las vacas, cerdos, pollos… que nos comemos.

 

 

El enfoque conspiranoico

En 2014 el documental «Cowspirancy» comenzaba poniendo sobre la mesa el informe de 2006 de la ONU en el que reconocía que la cría de ganado produce  más gases de efecto invernadero que las emisiones del transporte por si solo.  También abordaba los problemas que este sector supone para el medio ambiente, y no solo de la ganadería intensiva, sino también de la llamada «sostenible» o «ecológica», señalando que con la demanda de carne mundial una producción ecológica es inviable.

Lo malo de este documental es el supuesto ocultamiento, o pacto de silencio, o negación del impacto que la cría de animales y su relación con las amenazas climáticas y ambientales. Este enfoque conspiranoico que ya refleja el propio título es lo que hizo que lo omitiera y no decidiera verlo hasta que me puse a investigar sobre este tema (lleva ya unos años en la parrilla).  ¿Es verdad todo lo que cuenta? Pues…no tal como lo cuenta. Exagera, estira, deforma, dramatiza… y al final, aunque pudiera tener razón en el fondo,  la va perdiendo en la forma, y deja el campo abierto al rechazo directo. Pero no te voy a decir que no lo veas.

Newtral reflexionó sobre Cowspirancy en el podcast «Plata o Plomo: El Mundo en Series«.

 

Sí, ellos lo saben

Si te gusta el enfoque conspiranóico, sí, ellos lo saben.

  • 2019 un informe del Foro Económico Mundial ya señalaba que sería imposible alimentar con carne a la población mundial si se mantenía la demanda de una dieta típica Norteamericana o Europea y mantener un desarrollo sostenible para el medio ambiente. Hasta la propia empresa Nestlé está preocupada por el tema según revelaron los documentos publicados por WikiLeaks.
  • El informe resumido «Alimentos Planeta Salud» de la EAT-Lancet»  apuntan que «los alimentos son la palanca más potente para optimizar la salud humana y la sostenibilidad medioambiental en la Tierra. En dicho informe proponen la «dieta planetaria» en la que las verduras, frutas, legumbres y cereales enteros copen gran parte de la balanza.
  • En «La larga sombra del ganado, problemas ambientales y opciones«, un informe publicado en 2006 por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y LEAD (Iniciativa para Ganadería, Medio Ambiente y Desarrollo) llamaban la atención sobre «la gran responsabilidad que la producción animal tiene en el cambio climático, en la contaminación atmosférica, en la degradación de la tierra, del suelo y del agua, y en la reducción de la biodiversidad».

Sin embargo, aunque la codicia se antepone en numerosas ocasiones al medio ambiente y es indiferente al sufrimiento ajeno, existen personas, instituciones e iniciativas que luchan por lograr revertir el daño y que se hagan las cosas bien. Directivas como la «Greenwashing Directive» , o el plan de acción europe «Una sola salud» para luchar contra la resistencia a los antimibrobianos, o medidas nacionales para favorecer el uso sostenible de antibióticos o el bienestar animal…Todos los cambios son complejos y más, en algo de la magnitud de los hábitos de consumo.

Son muchas variables las que influyen en lo que comemos: ritmo de vida, religión, economía, educación, creencias personales, cultura culinaria, acceso a fruta y verdura fresca…

 

No es que no nos importe, es que no tenemos tiempo

Si seguimos yendo hacia atrás,  en 2009 «Food Inc» alertaba sobre un sistema de producción alimentario insostenible, y cómo los consumidores ignoramos qué ponemos en nuestros platos, sin preguntarnos cómo se produce, de dónde viene, y qué implica para nuestra salud y la del planeta.

Y no, no lo sabemos. Incluso interesándote el tema es imposible controlarlo todo, saberlo todo y estar al tanto de cómo cada una de nuestras decisiones impacta en nuestro entorno. Revisar cada etiqueta, valorar de dónde viene, cómo se ha producido, quién lo ha producido… seamos sinceros, el consumidor medio entra en el super deprisa y corriendo, echando en la cesta los productos frecuentes y los reclamos que estratégicamente le han colocado en su camino habitual de compra.

Así que aunque sí que es cierto que el consumidor puede influir en el devenir de la industria, también necesita ayuda de la industria. Solo hay que pensar en la cantidad de productos que salen al mercado y fracasan ¿Alguien se acuerda de la Nocilla Triple? ¿Y de la Cherry Coke? Pero si los productores y distribuidores se ponen las pilas y modifican su oferta, el consumidor no tardará en ir adaptándose a ella. Es como con las alternativas vegetales a la leche. Hace unos años solo se encontraban en tiendas de dietética y herboristerías, hoy están en todos los supermercados y muchas de ellas las comercializan las principales empresas de la industrias lácteas.

 

Todo tiene impacto, también la pesca y los lácteos

La pesca es responsable de entre entorno al 20% del plástico que se encuentra en los océanos debido al abandono de redes, a lo que se suma el problema de la sobrepesca que está esquilmando la vida en los océanos debido a la alta demanda, afectando a más del 90% de las poblaciones de peces del Mar Mediterráneo. Además, el «cultivo» de pescado en piscifactorías conlleva un impacto ambiental sobre los ecosistemas en los que se localizan las piscifactorías, tanto por el escape de salmones al medio natural como por los sedimentos que se acumulan bajo las jaulas.

Según una publicación de Hannah Ritchie en Our World in Data, la leche de vaca genera hasta tres veces más emisiones de efecto invernadero que las opciones vegetales. Además, para producir un litro de leche se necesita mucha más extensión de tierra,  y tiene un impacto mucho mayor en la eutrofización de las aguas.

 

Hamburguesas y agua

Ahora imagina, te duchas corriendo para no gastar agua, y resulta que la hamburguesa con bacon y queso que has comido justo antes ha necesitado la friolera de 3140 litros de agua para ser producida, tal y como señala el artículo del Foro Económico Mundial. Ahora, si la hamburguesa hubiera sido vegetal habrías ahorrado hasta un 95% del agua. Además, se necesita hasta un 95% menos de superficie agraria para su producción y las emisiones de efecto invernadero son hasta un 90% inferiores. Da qué pensar.

Una dieta sostenible basada en plantas para mejorar la salud

Aquí el debate sube y las aguas se revuelven, incluso más que sobre el impacto climático de la producción de carne o incluso las implicaciones con el bienestar animal. ¿Es más sano solo comer vegetales? Pues igual que comer de forma saludable y equilibrada mejora nuestra salud. Porque una dieta vegana o basada en plantas que abuse de productos procesados, rica en azúcares y grasas, y acompañada de un estilo de vida sedentario, va a ser igual de poco saludable que aquella que contenga carne.

Además, una dieta solo vegetal debe suplementarse con vitamina B-12. Así que en lugar de irnos a los extremos, quizá apostar por la dieta planetaria, o simplemente seguir las recomendaciones de la OMS de reducir a 300gr a la semana el consumo de carne, pueda ser una buena opción para empezar.

 

Otro documental para coger con pinzas

Si eres de los que disfrutan con documentales al estilo de Cowspirancy, en Netflix puedes encontrar también What the Health, otro documental de corte conspiranoico con muchos detractores. Porque sí, mucho de lo que cuenta es matizable, y algunas afirmaciones estiran o deforman los resultados científicos dotándolos de un alarmismo que busca crear conversos veganos. La revista TIME recoge algunas de estas incorrecciones, al igual que Vox.

Algunas de las puntualizaciones que se hacen al documental:

Al final, comer mucha fruta, verdura, legumbres, y cereales integrales, y reducir al mínimo el consumo de productos procesados, bebidas azucaradas y alcohólicas, dulces, productos de origen animal…y hacer deporte, es la mejor recomendación. No es necesario eliminar grupos de alimentos, ni ponerse etiquetas.

 

Comer sano, es sostenible

Quizá uno de los pioneros en abordar las posibilidades de la dieta basada en plantas o plant-based fue el documental  «Tenedores sobre Cuchillos«. Este proyecto ponía el foco sobre la capacidad de la dieta para prevenir problemas de salud, e invitaba a sumarse a una dieta basada en plantas antes de que se pusiera de moda. ¿O lo pusieron ellos de moda?

Rebuscando en la Red, me topé con el capítulo que Documentos TV dedicó a este tema hace más 20 años. El capítulo «Somos lo que comemos»  señalaba como ya entonces se comenzaban a establecer las posibles relaciones entre consumo de proteína animal y un incremento de las posibilidades de tener cáncer.

Y qué decir del docureality que acaban de publicar en Netflix también titulado «Somos lo que comemos», en el que se presenta el desarrollo y resultados de un estudio realizado con gemelos llevado a cabo por investigadores de la universidad de Stanford. Sin embargo, son numerosas las clíticas que está recibiendo debido a carencias metodológicas del diseño experimental. Aunque de nuevo, más allá delos problemas de variables de confundido y validez de los resultados, y del corte ligeramente sensacionalista de la presentación del estudio, no debemos olvidar que se trata de un documental de divulgación generalista, no de un poster en un congreso.

Así que aunque en algunos casos faltan evidencias sólidas, y es necesaria más investigación, de calidad, lo que nadie pone en duda es que fumar, beber, comer procesados, atiborrarse de pastelería, y vivir sentado, no es buena cosa.

Por una dieta sostenible

Dieta vegana, vegetariana, flexitariana, ovolactovegetariana… dieta mediterranea, dieta planetariadieta basada en plantas. Al final es complicado encontrar un lugar en el que escapar de las etiquetas y limitarse a comer más sano minimizando el consumo de productos de origen animal.

Lo cierto es que el movimiento que aboga por seguir una dieta basada en plantas parece querer alejarse de las cargas ideológicas, vinculadas al veganismo, en un intento de recordarnos que comer es un acto que no es ni de izquierdas ni de derechas. Comer es algo que hacemos todos los días y lo hacernos todos.

Quizá por eso, aunque se podría utilizar la etiqueta «flexitariano» (que solo comen carne una o menos veces a la semana), la etiqueta dieta basada en plantas o plant-based suena menos ideológicamente contaminada, aunque todas sean dietas en las que los vegetales son la base.

Eso sí, pese a ese intento de distanciamiento entre posturas, la reacción de la mayor parte de la gente cuando decides reducir tu consumo de carne (o por lo menos en mi entorno), sigue siendo de sorpresa, recelo, rechazo, burla, o todo a la vez. Da igual que cada vez haya más leche vegetal en los lineales del supermercado, o que puedas comprar tofu en casi cualquier tienda. Por eso, el movimiento-tendencia-moda plant-based puede ser una buena excusa para conseguir normalizar recetas basadas en proteína vegetal, y reducir el consumo de carne, en occidente.

 

El poder del consumidor está en sus decisiones de compra

Si quieres minimizar tu contribución al cambio climático y quizá mejorar tu salud, basta con comer más legumbres, verduras, cereales y frutas y reducir el consumo de carne siguiendo las recomendaciones de la OMS y la comisión científica EAT-Lancet (300-500 gr de carne semanales, de los cuales solo 98 gr serían de carnes rojas).

Además, si como comenta J.M. Mulet en «Ecologismo real», te olvidas de los procesados, consumes de temporada, compras con más frecuencia en tiendas o supers de barrio, y evitas el desperdicio de comida, seguirás sumando para reducir tu huella ecológica.

Según un artículo de Stanford Medicine, cambios sencillos en la dieta como sustituir lácteos por opciones vegetales, o sustituir el vacuno por pollo u otras opciones vegetales, y pasarse a la fruta entera pueden reducir la huella de carbono en más de un 35%.

Cada vez que vamos al supermercado tenemos el poder de elegir que echamos en nuestra cesta. En otros países no tienen ese privilegio y por ello la propia FAO matizó en 2023 que la carne, la leche y los huevos son una fuente esencial de nutrientes en muchos países. Que en occidente podamos permitirnos prescindir de ellos no quiere decir que debamos obligar a nadie a dejar de comerlos.

Conclusiones

  • Las dietas con bajo contenido en productos de origen animal son más sostenible y saludables.
  • Reducir el consumo de productos de origen animal no te hace moralmente superior, ni te hace mejor persona, simplemente es otra de las cosas que hay que hacer si queremos frenar el cambio climático.
  • Como todo en la vida, es una decisión personal, igual de respetable que seguir comiendo carne o pescado todos los días. Igual que se respeta la libertad de beber y fumar, y todos conocemos su relación con el cáncer.
  • No hay que olvidar que los cambios dietéticos drásticos pueden influir y afectar muchos aspectos sociales, como la economía, no solo a la salud. Apostar por productos de proximidad (frescos) siempre ayudará.
  • Para generar cambios, y más en aspectos de alimentación se necesita educación. Sin la gente solo sabe cocinar un filete, pasta con carne picada o hamburguesas, es lo que cocinará.

Ser consciente de que no todo el mundo puede cambiar su dieta para reducir su huella ecológica y mejorar su salud es el primer paso para no caer en extremismos demagógicos. Muchas veces las etiquetas aniquilan las buenas intenciones, y una pretendida superioridad moral puede generar más rechazo que empatía.